Por Liliana Becerril Rojas

La madre. Una figura cuasi canonizada porque solía relacionarse con una serie de renuncias y sacrificios en aras de sostener un hogar, inculcar valores y preparar para la vida. Esa beatificada figura tiene un poder muy significativo en la sociedad mexicana, en el patriarcado.  Es la única mujer autorizada para meter en cintura a un hijo rebelde, al macho bragado que solo llora ante la madre sufrida o ante una tumba, donde descansan los restos de la madre, que es la figura encarnada del dolor y del despojo de todo sueño personal y que, a pesar de todo, es feliz de ver su misión cumplida. Esta imagen ha imperado tradicionalmente en el imaginario colectivo y pareciera que debería permanecer así. Sin embargo, la dinámica social que se vive actualmente abre nuevas posibilidades para las mujeres, para las que deciden hacer de la maternidad su proyecto, porque tienen la libertad —y en algunos casos la necesidad— de ser económicamente activas, por lo que tienen la posibilidad de elegir la capacitación profesional, el desarrollo laboral y personal.

El desafío de la madre del siglo XXI es ser integral. Ser madre sin dejar de crecer en otros aspectos de su vida. No olvidar su faceta de mujer, de pareja, de amiga, de profesional, de empresaria, de activista, artista o deportista.  Encuentran en su decisión una razón para crecer, para no estancarse, cumpliendo deseos que dejan una estela de fuerza y voluntad para que sus hijos e hijas tengan una huella que seguir.

Por otra parte, la competencia laboral exige de ellas dar resultados importantes, en cantidad y en calidad, como los que se les exige a los hombres o a las mujeres solteras, sin considerar que además de ser trabajadoras, también cumplen con las actividades que implica la maternidad responsable. No son pocos los casos, pero no existen las condiciones adecuadas que contribuyan a este desarrollo integral, que darían como resultado una sociedad más productiva y justa.

En México, el 30% de los hogares son sostenidos por la madre. Es un porcentaje alto, además, hay hogares en los que la economía es sustentada por ambos padres. Y las amas de casa no son valoradas con justicia, por considerar que su labor doméstica no es un trabajo remunerado, aunque son encargadas de mantener en buen estado tanto al hogar como a la familia. Su trabajo, en caso de ser cumplido por asistentes domésticas, debería cubrirse con un monto que oscila entre los $10,000 y los $30,000.

Por otra parte, la madre no es solo el romanticismo de ver crecer a los hijos, sino también de aprender a ser guía para ellos, en un mundo que aún está conociendo, también, convertirse en la figura de autoridad que establece límites, castigos y exigencias; “la bruja del cuento” que debe tener la capacidad de sobreponer la disciplina por encima de la compasión. Es una labor sumamente demandante que pone a prueba su paciencia, su templanza y su creatividad. Pero al final, es una decisión que ofrece grandes satisfacciones, no solo para el futuro, porque cada amanecer es una alegría indescriptible ver el rostro amado de ese pequeño ser que ve en ella el mundo entero, el poder y el amor. La confirmación constante de que hay más de una razón para vivir con gratitud, entusiasmo y entrega.

La maternidad, esa chispa divina que nos hace encarar lo terrenal con convicción.

¡Felicidades es su día, mamás! #TlaxcalaMásGrandedeloqueCrees

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *