Por Liliana Becerril Rojas
México es una nación que apenas está despertando a la democracia, pues durante la postrevolución y los años posteriores del siglo XX su mayor aproximación al ejercicio democrático fue lo que Vargas Llosa denominara como la “Dictadura Perfecta”, en la que el partido en el poder se llevaba el “carro completo”, es decir, en ese esquema, el poder ejecutivo y el legislativo protegían los mismos intereses partidistas y de grupo, por lo que era posible realizar cualquier tipo de reformas que convinieran a esos intereses. A eso fue lo que conocimos como democracia y a eso nos acostumbramos.
Sin embargo, con la llegada del siglo XXI, la apuesta de la sociedad mexicana fue por buscar la alternancia y sacó al Partido Revolucionario Institucional para sentar al Partido Acción Nacional, dejando en claro que se buscaba una evolución que ofreciera una nueva dinámica política. Durante las dos primeras décadas del actual siglo la administración pública de nuestro país ha rotado entre el PAN, el PRI y actualmente MORENA, en gran parte como una manifestación de insatisfacción por parte del electorado que ofrecía una oportunidad al proyecto de nación que promoviera durante 18 años quien hoy detenta la Presidencia de la República.
En 2018 su victoria fue irrefutable, pero a medida que ha avanzado su periodo en el poder la alternancia vuelve a hacerse presente como una necesidad de dar equilibrio a los poderes de la República. La ciudadanía es más observadora y crítica, además, quienes manifestaron en las urnas en 2018 su voto en contra, a lo largo de estos tres años y medio han puesto de manifiesto su postura política. Lo que da un contrapeso interesante entre el poder ejecutivo y el poder legislativo; los diferentes prismas mediante las que se observa la realidad nacional se plasman en las cámaras legislativas y se discuten importantes decisiones que influyen en la calidad de vida de los mexicanos, dejando de lado la protección de intereses de un solo grupo político para hacer valer el peso de la oposición.
Este debate constante entre las propuestas políticas no es algo que resulte frecuente para la vieja ola de la política mexicana, pero sí es un paso indispensable para el México actual, en donde debe haber cabida para todas las voces sin que la discrepancia de sus posturas les merezca un estigma de traición, porque la democracia hace valer su poder en la diversidad de posturas. No estamos acostumbrados, pero esta diversidad; esta libertad es algo que merecemos y debemos hacer nuestro, a través del poder de las urnas. #TlaxcalaMásGrandedeloqueCrees