Por Liliana Becerril Rojas

En una sociedad de fanáticos que llevan a extremos la polarización, la Carta Magna otorga la libertad de manifestación, pero debe llevarse a cabo de manera pacífica y, sin embargo, vemos que hay marchas que llegan al vandalismo, cometiendo actos criminales, atendiendo a la mal sana intención de perjudicar al patrimonio, a la integridad de otros, incluso llegando al homicidio.

Como sociedad reprobamos el incumplimiento de la legalidad y el estado de derecho. Luego, entonces ¿Qué pasa con los Valores Universales? Como sociedad, tenemos una doble moral. Una moral a conveniencia, que toma lo consagrado en la Carta Magna como libertad de expresión, de asociación, a la sana convivencia, al derecho a la vida, a proteger nuestro patrimonio y la libertad de creencias. Todo lo anterior es un derecho, también lo es el hecho de que nuestros derechos y libertades terminan donde inician los del prójimo.

Es reprobable que, desde una máxima magistratura del país, no se respete el estado de derecho, por así ver realizado un capricho, una conducta que ha basado su actuar desde hace más de dos sexenios atentando contra los derechos de la ciudadanía. El mismo pueblo debe exigir que se castigue ese proceder, que se aplique la legalidad desde la imparcialidad.

En este orden de ideas, es imperativo que atendamos los problemas que surgen a partir de ignorar los valores universales que hacen posible que la convivencia sea justa. Es indispensable crear una conciencia en pro y no retroceso a la barbarie, desde el núcleo familiar hasta los más altos niveles de gobierno, para evitar hecho lamentables que son fundados en esa doble moral y el fanatismo que aprueba lo mismo el fervor religioso de un poblado, que la ejecución de un hombre, sin el menor asomo de escrúpulos; los cantos de las barras en los estadios que se transforman en sangrientas persecuciones y que culminan con fuertes agresiones físicas que atentan contra la integridad de personas, familias y grupos de amigos.

Solo erradicando la doble moral, esa moral a conveniencia, podremos ser imparciales y crear una realidad más justa para todos, en donde se establezcan límites para que todos podamos ejercer nuestros derechos y libertades sin perjudicar a los demás. Es un esfuerzo consciente que debemos realizar desde la intimidad de la familia, en nuestra forma de relacionarnos con nuestra comunidad, influyendo en el proceder de las instancias gubernamentales que regulan nuestra vida social.  #TlaxcalaMásGrandeloqueCrees 

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