Por Federico Sánchez

El uso de las tecnologías ha cambiado la forma en que nos comunicamos, con la generación de nuevo contenido surgen también nuevos dilemas éticos. Si bien la tecnología debería ser un medio para conducir el desarrollo del ser humano, sin una ética adecuada el camino que podemos tomar nos puede llevar a la descomposición del tejido social. Una de las interrogantes que presenta Rogelio Del Prado en su libro ética y redes sociales plantea la forma en que se percibe dicha situación, ¿hasta dónde es ético explorar la intimidad, el lenguaje y la corporeidad para ganar usuarios, expresarse y satisfacer los gustos de los distintos cibernautas? Pregunta que implica una respuesta inefable que genera controversias sobre estar a favor o en contra de una regulación en redes sociales.

Cada vez son más los mensajes que podemos encontrar en las redes sociales con un lenguaje ofensivo para las mujeres, imágenes que no son aptas para todo público, contenido con diversas carencias de objetividad que no aporta al desarrollo de los valores que hoy en día hacen mucha falta a nuestra sociedad, evidenciando un estado de resiliencia en un espacio de convivencia virtual. Sin embargo, hay quien argumenta que el establecer algunos lineamientos en las redes sociales evoca censurar la libertad de expresión, un derecho que todo ser humano tiene. 

 La forma en que estamos aceptando este tipo contenido, nos lleva a deducir que el elemento de moral y ética poca relevancia tienen en el ciberespacio; o al menos el usuario demuestra que se encuentra en un estado estólido. En pleno siglo XXI, hay quien atribuye el concepto de una “cultura de la obscenidad” así lo abordan investigadores de la Universidad Syracuse, dicha afirmación está ligada al consumo de contenido, es decir, el usuario convierte su pulgar en un martillo compartiendo contenido sin medida, porque la idea de hacerse notar en una red social no mide consecuencias. 

Será acaso que la falta de responsabilidad de lo realizadores de contenido está generando dichas controversias, en la cual hablamos de un subjetivismo y relativismo que permiten amparar a todos aquellos que proponen una verdad. Es cierto que se debe buscar un equilibrio, y cabe preguntarse ¿quién debe regular dicha situación el gobierno, las instituciones, los usuarios, los dueños de los medios? Cuando hablamos de una regulación hablamos al mismo tiempo de ¿Cuáles son los limites de la libertad de expresión? Lo cual involucra un debate sobre diversos temas como el derecho a la privacidad y la confidencialidad. A nadie la agrada la idea saber que sus fotografías terminaron expandiéndose en toda la red, o la exhibición pública de problemas y persecución debido a una actividad o comentarios, una epifanía desagradable que forma parte de los medios sociales.

La práctica de la ética conlleva a ser más consientes sobre nuestra conducta y la responsabilidad que implica nuestros actos. Existen distintas propuestas sobre que se debe hacer, pero el primer frente corresponde a nuestra persona aprender a discernir sobre el contenido al cual accedemos y tener un pensamiento más crítico son elementos que nos ayudarán a conducirnos mejor en las redes sociales. Sin una ética y determinados valores, es difícil construir un espacio que propicie el desarrollo de nuestra identidad. No podemos olvidar las grandes ventajas competitivas que aportan las redes sociales, son la voz de jóvenes, instituciones y grupos que se buscan hacerse escuchar y que buscan potenciar los contenidos que aporten un elemento de formación a todos los cibernautas.

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