Por María Nava

Bajo el sol, la lluvia, sin descanso, recorren pueblos, cerros, caminos rurales y pequeñas veredas para acercar a la población más vulnerable lo que por derecho le corresponde. Así es como el gobierno federal describe a su ‘ejército’, aquel que difunde los programas sociales de AMLO, y todo aquello que lo haga “quedar bien con el pueblo”.

Los servidores de la Nación pueden verse como los salvadores de México, aquellos que estarían dispuestos a arriesgar su vida para salvar al pueblo y llevar la palabra de su salvador a más lugares; lástima que no todos pensemos igual, y organizaciones como la ASF y el Coneval vean fallas en su trabajo y la oposición los acuse de promoción electoral.

Desde su aparición ellos han estado en medio de polémicas, que van desde la construcción de un censo con fallas metodológicas, hasta su intervención en la aplicación de vacunas contra el COVID-19, pasando por denuncias por la promoción del presidente e irregularidades por 562 millones de pesos en 2019, según reveló recientemente la Auditoría Superior de la Federación (ASF)… Entonces… ¿por qué no se ha regulado su trabajo? ¿Por qué no hay nadie que responda por lo que hacen mal? ¿A caso el señor López ignora las cosas o solo está concentrado en seguir ganando poder en los estados, el congreso y la cámara de diputados con Morena?

Actualmente, 19,620 personas visten los chalecos guinda, característicos de este ‘ejército’, su trabajo consiste en llamar a los posibles beneficiarios de programas sociales y a los adultos mayores para saber si quieren la vacuna anticovid, de esta forma, apoyan en la logística de inmunización. Organización que deja mucho que desear, y que se ha caracterizado por no existir. Estos servidores públicos se han preocupado por mantenerse sentados, esperar a que “las vacunas se descongelen” al igual que su café de la mañana, aquel que toman sin importarles, que más de 800 adultos mayores estén esperando a ser vacunados. Personas que han llegado a formarse desde una noche antes y que, por lo menos, a estas personas, no les preocupan ni un poco.

Todos ellos se ven representados por personas arrogantes y sin empatía por la sociedad como #LadyProle, y su inolvidable frase: “Si la paso a usted voy a tener que pasar a todos los ricos que mandan aquí por contacto. Si yo la paso a usted le roba la vacuna a la prole”.
Si bien la expresión de la joven le pertenece, ¿Podemos sugerir que muchos otros funcionarios piensan igual que ella? ¿Nos ven como el proletariado que trabaja día a día y los mantiene de nuestros impuestos? Puede ser, aunque no está muy lejos de la realidad.

En Tlaxcala, la prepotencia de estas personas que le negaron la vacuna a una persona de la tercera edad, con la excusa de una falla en su INE y solo dijeron: “Es el requisito… está vencida… no tiene validez”
¿A caso para el gobierno federal es más importante constatar quiénes y cuántos votarán por ellos en estás próximas elecciones que la vida y seguridad de una persona? La respuesta se ve abiertamente en la cara del funcionario, quién a regañadientes se retira de ese lugar evitado ser captado por la cámara, sin contestar si el pedir la identificación es un acto de proselitismo electoral.

Estas personas a quienes se les ha encomendado proteger de esta terrible enfermedad a los mexicanos hacen uso de su poder momento a momento, importándoles más el crear una imagen favorable, un mesías perfecto con total empatía del pueblo y que ha educado perfectamente a los candidatos de su partido a su imagen y semejanza. Lo que sea necesario para hacerlos los mejores candidatos para este seis de junio.
Aunque, como todo en la vida, no todo es de a gratis, estos funcionarios reciben sueldos que van desde los 8,482.40 pesos a los más de 50,000 para los directores regionales.
Entonces… después de todo esto… ¿Cómo debemos llamar a estos servidores? ¿Cómo servidores, los inservibles de la Nación o los que solo sirven a su mesías y sus pseudo políticas de gobierno?

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